Amanece el día con el cielo muy nublado amenazando con llover otro poco más en esta húmeda primavera.
Sin desanimarnos cruzamos las altas parameras donde las sabinas, quejigos y encinas imprimen personalidad a este austero paisaje.
Llegamos temprano a Ocentejo, pequeño pueblo al que o no le faltan los acostumbrados gorriones,
golondrinas, herrerillos, lavanderas blancas….
Desde allí cogemos un sendero y nos dirigimos a saludar al río Tajo, pasamos los huertos aromados por la flor del manzano y animados con los cantos del mirlo, ruiseñor, verdecillo, mosquitero musical…
De repente divisamos posada sobre un gran canchal un águila calzada o debiera decir “posa” para nosotros, pues enfocada con el telescopio todos nos deleitamos con su hermosa figura, mientras dos fugitivos corzos se alejan de nuestra vista.
La senda discurre por un monte de sabina negral, enebro de la miera, pino negral, acompañado de romero, aulaga, litodora y tapizando el suelo la gayuba hábitat ideal para carboneros, currucas y reyezuelos.
El paraje denominado Hundido de Armallones es una parte del impresionante cañón calcáreo del Alto Tajo, labrado desde fines del Terciario y a lo largo de todo el Cuaternario y gracias a la erosión del río, nos ofrece el complejo entramado tectónico y el caprichoso modelado Kárstico que dota a estos parajes de una particular y cautivadora belleza.
Por el fondo discurre el río sorteando las grandes piedras desprendidas de los altos paredones rocosos, arropado a ambos lados por la tupida fronda de chopos, fresnos, madroños, arces de Montpelier y guillomos en flor por dónde pululan el mosquitero papialbo, el mito o el pinzón y cruza rauda la sombra del gavilán.
Sobrevuelan de continuo el cañón los buitre leonados pues ahora es época de crianza y los enormes cortados calizos albergan sus nidos, junto a los de águilas, halcones, alimoches o aviones roqueros y donde la impertérrita y cenicienta encina se asoma a estos abismos.
Río Tajo tu inigualable color verde turquesa hace que resalte aún más el intenso amarillo de la lavandera cascadeña que incansable revolotea sobre tus aguas, como incansable será siempre el deseo de volver a este idílico lugar.