Los grandes y armados machos de Ciervo, deambulan de un lado para otro en estas fechas lanzado bramidos y olisqueando la cercanía de las hembras en celo. Antes de ello, tendrán que afianzar y ganarse el favor de sus compañeras, que esperaran reunidas junto a los vástagos ya creciditos y que pronto vagaran solos por los montes plagados de peligros una vez terminada la época de amores, pero antes tendrán que aprender de sus mayores, que altivos ante tanta belleza cuadrúpeda, exhibirán su cornamenta bien formada para deleite de las admiradoras ansiosas de encontrar un buen ejemplar que de fruto a su vientre pasados unos meses. Las reuniones entre hembras adultas por tanto será el escenario donde encontrar el amor de unos y otros, pero solo uno se alzará con el placer de sus encantos.
Exhaustos por tanta batalla, los grandes machos que obtuvieron recompensa dejaran su semilla para que las hembras preñadas acaben su labor de traer al mundo a los futuros héroes. Por su parte los grandes machos irán poco a poco perdiendo el interés y seguirán su camino al abrigo de las lomas tupidas de matorral, como si intuyeran que después del placer llegará el momento de enfrentarse al peligro que les acecha tras el tronco de una encina o alcornoque, y sabedores de que tendrán que ser astutos antes de encontrar el desgraciado fin de sus días ante una mira telescópica que apuntara directamente a su corazón si depone de un buen trofeo para adornar algún que otro caserío, no obstante el mas fuerte sobrevivirá, y volverá de nuevo a otro año a demostrar su fortaleza con ese ronco sonido que a todos nos sobrecoge, la brama del Ciervo.
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