miércoles, 5 de agosto de 2015

El Ciervo Y Su Brama

Con la pronta llegada del Otoño, y después del verano caluroso en tierras extremñas, es hora de volver a coger los bártulos y disfrutar de esta estación del año  que a mi particularmente me llena de satisfacción. Los colores otoñales en bosques y laderas nos abrirán los ojos a una nueva etapa en la que algunas especies nos dejaran como, los alimoches, cigüeñas negras, águilas culebreras, calzadas, milanos negros, abejeros y un sin fin de pajarillos estivales, entre otros. En su lugar recibiremos impacientes a otras especies invernales, como gullas, ánsares comunes, fringílidos, alondras, currucas, zorzales, etc. Asimismo comienza el ciclo vital en otras especies, como algunos mamíferos, pero especialmente dedicaré este espacio a una especie que llena estos días el campo con sonidos incesantes en busca del amor, el ciervo común.

Nuestro protagonista, habitual en montes y sierras no dejará noche sin su llamada característica, con el compromiso de darlo todo por encontrar un harén de hembras a las que fecundar una vez haya campado a sus anchas por las umbrías y  laderas del bosque mediterráneo. No sin antes haber competido en brama con otros miembros de su especie que alzaran su voz al viento gélido para retar con su cornamenta a todos aquellos contrincantes que se crucen en su camino, con ánimo de conquistar antes que el a sus congéneres del sexo opuesto. Es por tanto la berrea del ciervo, un anuncio de amoríos y peleas con múltiples estruendos de cornamentas encontradas en cualquier llano del monte y que anunciaran que el más fuete encontrará una manada de hembras listas para convertirse en sus fieles compañeras, dando su  fruto en forma de cervatillos una vez llegada la primavera.


Los grandes y armados machos de Ciervo, deambulan de un lado para otro en estas fechas lanzado bramidos y olisqueando  la cercanía de las hembras en celo. Antes de ello, tendrán que afianzar y ganarse el favor de sus compañeras, que esperaran reunidas junto a los vástagos ya creciditos y que pronto vagaran solos por los montes plagados de peligros una vez terminada la época de amores, pero antes tendrán que aprender de sus mayores, que altivos ante tanta belleza cuadrúpeda, exhibirán su cornamenta bien formada para deleite de las admiradoras ansiosas de encontrar un buen ejemplar que de fruto a su vientre pasados unos meses. Las reuniones entre hembras adultas por tanto será el escenario donde encontrar el amor de unos y otros, pero solo uno se alzará con el placer de sus encantos.
Exhaustos por tanta batalla, los grandes machos que obtuvieron recompensa dejaran su semilla para que las hembras preñadas acaben su labor de traer al mundo a los futuros héroes. Por su parte los grandes machos irán poco a poco perdiendo el interés y seguirán su camino al abrigo de las lomas tupidas de matorral, como si intuyeran que después del placer llegará el momento de enfrentarse al peligro que les acecha tras el tronco de una encina o alcornoque, y sabedores de que tendrán que ser astutos antes de  encontrar el desgraciado fin de sus días ante una mira telescópica que apuntara directamente a su corazón si depone de un buen trofeo para adornar algún que otro caserío, no obstante el mas fuerte sobrevivirá, y volverá de nuevo a otro año a demostrar su fortaleza con ese ronco sonido que a todos nos sobrecoge, la brama del Ciervo.




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